La aventura náutica de Ugartemendia y De La Peña, contada a dos voces (por Joel Vallomy)
Primero, las advertencias. En definitiva, usted que está leyendo se encuentra consumiendo un contenido de forma gratuita, y si no está dispuesto a conocer las indicaciones necesarias para comprender y disfrutar de manera cabal la historia que sigue, mejor, vaya a ver videos de gatos que tiran televisores al piso o de personas que se golpean con puertas en Tik-Tok (que de hecho, me hacen mucha gracia también a mí, pero no es el punto, finjamos intelectualidad).
El cuento, que en verdad no lo es, es una historia real que comienza en la Campana de 1916.
La primer indicación es observar detenidamente la imagen que ilustra la nota: esos dos individuos, el petiso: Washington De La Peña, el alto: Miguel Ugartemendia, y sí, en el epígrafe esta invertidos. Bueno, estimado lector/a, intente asimilarlos, así cuando lee, imagina a los protagonistas en la situación. Eso da un plus.
En todo caso, ¿de qué va esto?
Si quiere imagine una película... nuestros protagonistas, son, por un lado Washington De La Peña. Marino, que a su vez es escritor, que a su vez es actor fracasado, sensible, depresivo, y que también se prende en cada evento y actividad social de la comunidad. Un loser muy querible... es sabido que inevitablemente los losers sentimos gran cariño por otros losers, sobre todo, cuando los encontramos en generaciones antiguas...es algo así como reconocerse en el pasado y gritarle a ese personaje "eh! acá estoy levantando banderas parecidas!".
El otro protagonista es Antonio Ugartemendia: remero exitoso del Campana Boat Club, poseía su familia grande extensiones de tierras en el partido de Campana. Un prototipo del sportman de comienzos del siglo pasado. También, por que lo que vamos a conocer por sus propios escritos, un alma absolutamente sensible, con un humor superlativo, y quizás, y esto corre por mi cuenta, también un loser querible. De otra forma, son inimaginables la aventura y los sucesos.
No profundizo más sobre ninguno, sobre todo porque de Washington nos ocuparemos en profundidad en ''Calles'' [ver más] (el documental ideado por el amigo Esteban Ferraris, en el cual participo) y de Antonio de forma un poco más colateral.
Volviendo al punto de la historia, de la cual tomé conocimiento porque el amigo Sergio Karnincic en algún momento dio con la foto que ilustra esta nota, en un principio no me llamo la atención: dos vecinos que hicieron una bravata.
Un tiempo después, buscando ya no recuerdo qué cosa, encontré de casualidad la misma edición de la Fray Mocho con la foto y ahí, con un poco mas de detenimiento, pensé: "se fueron remando río arriba?..nah, se habrán ido en Tren y se largaron desde Rosario"... de cualquier forma el tema me quedó dando vueltas...
Finalmente, conocí que la historia fue mucho más compleja: hace un tiempo, mientras colaboraba en la pre-producción de "Calles" me topé, mientras revisaba una montaña de papeles, con el bendito diario del viaje del propio Washington (publicado en La Defensa Popular en Enero de 1917) y días después, también de forma fortuita con el diario de Ugartemendia, el cual, por su extensión y formato mecanografiado, creo, es (o era) inédito.
Entonces, lo que sigue es la compilación de ambos diarios, a los cuales "entrecrucé", para integrar la visión de uno y otro, transformando dos relatos individuales en un relato a dos voces y me limite a intervenir con algunas aclaraciones en "negrita cursiva".
Dichas todas estas aclaraciones, me corro de las escena, para que aparezcan, detrás de una extraña neblina otoñal, nuestros protagonistas...
INTRODUCCIÓN DE UGARTEMENDIA:
Excursión naútica en Single-scull de Campana a Rosario y vice-versa.
"APUNTES Y RECORTES"
¿Atrevido, no?
Roto el respeto a la autoridad de la gramática; y a la de Dios que es más grande; catalogo, en lenguaje desarticulado y reñido con el buen decir, un montón de peripecias y qué sé yo cuántas zonceras más sucedidas a mi amigo Washington de la Peña y al que suscribe durante el viaje.
PRIMERAMENTE
En una de esas noches de tedio, de las muchas que ofrece Campana, nos encontrábamos mi amigo y yo en el Bar, confitería, bodegón, o como quiera llamar la amabilidad de cada uno a la casa de expendio de bebidas y afines del Sr. A. Verdier.
(El hotel bar Verdier estaba ubicado en la actual avenida Rocca, donde actualmente se encuentra la firma Simplicity, fue durante décadas, un lugar absolutamente concurrido). |
Mi amigo, contrariando su costumbre..., no la parlaba, se entretenía en seguir con la vista las caprichosas espirales que el humo de un sargento Ecxelsior* describía por el aire.
(*) Se trata de un cigarro. |
Yo hociqueaba los bordes cachados de una taza, que momentos antes había contenido un liquido negruzco, y que la buena voluntad podría llamarlo café.
De pronto, Washington rompe el silencio y me dice "desde anoche incubo un proyecto y pienso llevarlo a cabo si Ud. me acompaña"
De mi parte, exclamé: "no tengo inconveniente, ¿de qué se trata?"
De una zoncera, respondió: "remontar el Paraná en un single-scull y batirles el récord a esos caballeros, que con 3 kilos de algodón se disfrazan de atletas, y que por haber hecho en patota 50 o 60 kilómetros a remo, tienen mas paradas que un carro de basuras."
(En aquellos años era completa moda cualquier tipo de travesías, ya sea a pie, caballo, remo, etc). |
He ahí, el motivo de estos apuntes.
INTRODUCCIÓN DE DE LA PEÑA - (Nota Publicada en La Defensa Popular, Enero del 17)
Hará de esto dos meses. Mi amigo Antonio Ugartemendia me invitó a realizar una excursión náutica desde Campana a Rosario. Acepté al punto que no en balde tenemos los dos sangre española en las venas y por lo tanto espíritu aventurero.
La excursión se ha realizado. Y, para complacer un pedido de algunos de mis benévolos lectores, publico ahora el «Diario de viaje».
(*) Nótese que ambos se endilgan recíprocamente la iniciativa del viaje) |
Día 15 de Diciembre de 1917 - Diario de De La Peña
A las 6:15 PM, listo todo a bordo del single scull B.3, nos embarcamos y emprendimos viaje, sintiendo agradecimiento hacia cuantas personas acudieron a despedirnos.
(*) Single scull B.3, la imagen del bote se observa en la foto, en el epígrafe de publicación esta invertidos los nombres, el petiso es De la Peña, el alto Ugartemendia) |
Diciembre 15 de 1916 - Diario de Urgartemendia
A las 6:15 PM; el B.3 listo. Guardaba en su estómago nuestra despensa y demás bagajes; cabeceaba pausadamente como si quisiera imprimir a ese movimiento un elegante saludo de despedida.
La rambla del club sostenía a muchos curiosos que, en su inmensa mayoría, habían concurrido al solo objeto de presenciar el principio de un fracaso.
Después de cambiar saludos y repartir apretones de mano de práctica; zarpamos.
Día 16 de Diciembre - Diario de Ugartemendia
Nada digno de mencionarse.
Día 16 de Diciembre - Diario de De La Peña
Después de haber navegado toda la noche, con luna en menguante y río tranquilo, llegamos a Baradero a 8:50 AM. Allí dio comienzo lo de hacernos la comida, lo de dormir sobre el suelo, y lo de encargar la vigilancia de nuestros bagajes al perrito que llevábamos como grumete. A las 6:00 PM, seguimos viaje, remando con toda fuerza en demanda del puerto de San Pedro, cuyas luces avistamos a las 9:00 PM. Allí nos perdimos, en la laguna, a causa de la bajante del río, de la obscuridad y de datos equivocados.
Día 17 de Diciembre - Diario de Ugartemendia
Como a eso de las 7 p. m., mi acompañante -que iba tan mudo como yo-, me dice al poco andar: "vamos a tener mal tiempo, se nos prepara una gran tormenta"
No hice mención de este anuncio, embargado por la deliciosa sensación que ofrece el acostarse de espaldas en un bote, mientras otro rema y la quilla va rasgando las ondulaciones que se le presentan.
Una media hora escasa habría pasado, cuando el viento empezó a sacudirse como velámenes, y la tormenta a hablar con su voz de trueno. El Paraná hinchó el lomo y se largó a corcovear con brincos de mula, como si la lluvia torrencial que caía fuera a herir sus ijares (*) a manera de nazarenas.
(*) Ijares, es una especie de cuero duro, también el lateral de algunos mamíferos.. la nazarenas son un tipo de espuelas: quiso muy poéticamente que el Paraná saltaba como si fuera una mula que le le están clavando las espuelas) |
Enseguida se oscureció de un modo extraño. El cielo se cuajó de sombras, y las sombras parecían fantasmas que nos seguían.
Cuando la luz de un relámpago me permitió contemplar la cara de mi compañero, mi corazón interrumpió su latir. Y me espantaba la idea de que es en balde fruncir (*) cuando va a producirse el fenómeno natural de la muerte (sobre todo si es en el fondo del río, donde tragar agua por la boca es fatal).
(*) En balde fruncir = "al cohete asustarse". |
Después de mucho andar (como puede verse en el diario de mi amigo), desembarcamos en el puerto de Obligado.
La noche seguía con sus sombras de sótano, y la lluvia continuaba cayendo sin miras de parar. ¡Para qué volver a decir lo que ya Washington dice!
Buscamos donde guarecernos y una vez fondeada nuestra triste figura nos felicitamos mutuamente por la entereza demostrada en ese trance difícil pues, entiéndase bien, el hecho de habernos temblado las piernas y de dejarnos de latir el corazón algunos instantes, poniéndonos amarillos, no fue por miedo ni cosa que se parezca; eso es propio de los espíritus superiores, capaces de sentir en todas sus manifestaciones la deliciosa emoción que ofrecen las bellezas de una tempestad como la pasada.
Día 17 de Diciembre - Diario de de la Peña
Después de luchar con el molestísimo inconveniente de los bancos de arena, acampamos para descansar unas horas. A las 6 AM seguimos viaje. A las 12 PM nos burlamos del sol bajo unos árboles hasta las 5:30 PM, estando a la vista de Puerto Obligado, en una laguna formada por la amplitud del Paraná, y que debe tener más de una legua de anchura.
Hacía un calor tan fuerte que las guardias de treinta minutos nos dejaban bañados de sudor. A las 7:10 PM nos sorprendió un viento huracanado. Haciendo lujo de esfuerzo, conseguimos embicar el bote en la costa, estando a una distancia de 700 metros del puerto. Comenzó a llover con fuerza y, de a poco, llenándosenos de agua el bote, estando nosotros por completo mojados. Y aullando desesperadamente nuestro grumete, resolvimos correr el temporal y guarecernos en el puerto. Pero sucedió que al salir de la costa encontramos bancos y toscas, y tuvimos que remolcar buen trecho al bote, nadando a veces. Yo estoy acostumbrado a los peligros del agua gracias a mis nueve años de navegación, y por eso pude observar la serenidad y coraje de mi compañero, que demostró aquella noche la virilidad física y espiritual de su raza admirable. Después de luchar más de una hora, llegamos frente al muelle, con un viento de todos los demonios, lleno de agua el bote y en medio de una oscuridad que se ennegrecía más aún con los relámpagos. Pero, cuando creíamos finalizado el mal rato, un relámpago nos hizo ver que la costa era alta, acantilada y batida por el oleaje. Entonces, Ugartemendia trepó a la costa trabajosamente gracias a un aparejo de pesca que allí había y yo le fui arrojando las cosas de a bordo que encontraba a mano, entre ellas nuestro asustado grumete. Mas no pudimos salvar todo, pues el B.3 hundió la popa y así perdimos el timón, las tablas de cubierta, el almohadón del asiento, algunos víveres, ropas y, entre algunos papeles, la libreta militar mi compañero. Los dos en tierra, pudimos encender el farol, y luego anduvimos con los pies desnudos sobre las toscas llenas de aristas, buscando alguna manera de subir la barranca de doce metros de altura. No encontrando subida accesible, nos metimos en una cueva de la barranca, encontrándonos allí con algunos señores "atorrantes" que nos recibieron muy bien, mucho mejor que ciertos pequeños parásitos ferozmente hambrientos que también habitaban la primitiva vivienda aquella. Allí, mojados y rendidos de cansancio, dormimos a la manera como dicen que duerme el zorro: con un ojo abierto y alerta. Al día siguiente, los empleados de la casa comercial Genoud, Benvenuto, Martelli y Cia, nos socorrieron, dándonos por habitación un enorme galpón en el que las ratas, enormes también, merodeaban con grave escándalo de nuestro grumete. Todo ese día 18 llovió.
Día 18 de diciembre - Diario de Ugartemendia
Permanecimos en el galpón de propiedad de los Sres. Genou, Benvenuto, Martelli y cía.
El viento, desatado, continuaba bramando furiosamente, y mantos de lluvia se erguían en el aire para después caer de bruces, produciendo en las paredes de zinc de nuestra garconniere (*), el ruido de una descarga de munición.
(*) Garconniere: un bulín, un departamento de soltero |
La mayor parte de ese día lo pasamos en postura horizontal, protestando ser dos perfectos imbéciles, y maldiciendo la hora ingrata en que se nos ocurrió hacer esta excursión, pero, como pasa siempre, era demasiado tarde para esa clase de reflexiones.
Día 19 de diciembre - Diario de De La Peña
A pesar de seguir muy agitadas las aguas del rio, y salvado por gran milagro el B3, salimos a todo remo en busca de algo de lo perdido, por consejo de pescadores. Después de tres horas de registrar la costa opuesta, con gran alegría encontramos las tablas de cubierta y el almohadón del asiento. De regreso en tierra, Ugartemendia construyó un timón muy curioso y extraño, para el cual escribí estos malos versitos:
Afrontando un temporal con ribetes de ciclón,
el B.3 de remos dos
perdió luchando el timón.
Ugartemendia, al punto
se burló de este revés,
pues hizo con mucho ingenio
el gran timón (*) que aquí ves.
Y tomamos doble ración de mate cocido para festejar la obra del compañero.
(De todo lo que nos sucedió en Obligado tenemos certificados de veracidad, formados por vecinos de aquel condenado puerto. Esos documentos los hemos entregado al capitán del "Campana Boat Club" señor José G. Cafferata)
(*) El objeto que sostiene De La Peña en la imagen de la nota es el timón fabricado por Ugartemendia. |
DIA 19 de Diciembre - Diario de Ugartemendia
Siguiendo el protocolo, esa noche debía preparar la cena Washington. Mientras él ponía manos a la obra, yo -protestando no sé qué pavada- me alejé, y encerrándome en mi mismo, mi imaginación, fantástica e ideal como burbujas marinas, se echó a rodar por el mundo de mis sueños, trayendo a mi memorias el dulce recuerdo de la cariñosa mitad de mi alma.
Al poco rato, mi compañero, colocando ambas manos al borde de su boca a manera de bocina, con voz de clarín anunció el rancho (*).
(*) Rancho, en sentido de comida. |
Yo no sé qué ingredientes pudo haber (usado en el condimento), que el plato exquisito (según él) que me presentaba tenía un aspecto raro, despidiendo un olor poco aromático, como si hubiera empleado para su cocimiento aceite de valvulina (*).
(*) Aceite de motor. |
Por instinto de conservación y no por generosidad, le tiré un poquito al cusco que nos acompañaba, con el fin de descubrir en su gesto si era comible o no. Después de olfatearlo, me miró frunciendo la jeta, se dio vuelta presentándome al anca, y con sus extremidades traseras arañó el suelo y lo cubrió con tierra, como si quisiera ocultarlo movido por un sentimiento altruista para que otro animalito menos precavido de las que merodean por esos lares fuera a ingerírselo.
Después de todo esto, está demás decir que esa noche ayuné, y que tuve que hacer un buen gasto de elocuencia para convencer a mi amigo que ese día estaba yo inapetente.
Día 20 de diciembre - Diario de De La Peña
A las 11:20 AM salimos de Obligado.
Día 20 de diciembre - Diario de Ugartemendia
6:30 PM, y con el fin de reponer las fuerzas físicas y morales gastadas durante el día, atracamos en derribada a la costa, y en un lugar que como dique de carena lo aprovecharíamos, pues en la popa de mi pobre humanidad (*1) en la banda de estribor, un poco más abajo de la línea de flotación, se había abierto un rumbo, y era necesario protegerlo con algún lubrificante o cualquier otra cosa, para no escorar el single-scull cuando me convertía en un H.P (*2).
(*1) En palabras elegantes, a Ugartemendia se le habia paspado el traste y De La Peña lo estaba curando. |
(*2) ''H.P'' de ''Horse power'', en referencia a un motor. |
Mi compañero -que es un experimentado marino-, procedió en ese caso como un verdadero calafate: tapó el rumbo con tintura de iodo y lo revistió con una capa de varios milímetros de espesor de jabón amarillo.
Terminada esa operación, Washington con el calentador Frimus en una mano y la sartén por el mango en la otra; se dispuso a tratar el arte culinario.
Yo (por indicación del mismo) exponía la quilla mirando al cielo, para que el aire fresco de la tarde solidificara el material empleado y amortiguara el ardor.
Después de haber recobrado la postura habitual y de haber rendido el justo homenaje que la fritada merecía, invité a mi amigo a que la durmiera. Yo debía hacer la guardia.
Con el Winchester al hombro caminaba de aquí para allá, como centinela de avanzada. Escuchaba el murmullo que hacían las ramas al chocarse entre sí movidas por la brisa. Cuando de pronto sorprende mis tímpanos una nota sorda y desarmónica, igual a la que producimos cuando expulsamos ese algo que nos incomoda en la garganta y que la vulgaridad lo llama poyo (*).
(*) me pareció interesante mantener la grafía original de "poyo" y no reemplazarlo por "pollo". |
Corrióme un escalofrío por todo el cuerpo y levanté la cabeza. Mis ojos, fosforescentes no por temor, escrutaron las tinieblas. El cielo, sin una estrella, estaba negro como un abismo.
Agazapándome contra los árboles como un cazador en acecho, me dirigí hacia el punto donde estaba Washington, pues había prometido que nada ni nadie perturbaría su sueño y debía cumplirlo.
Con el Winchester en la nariz, y en actitud de francotirador, empecé a pasar minutos, que parecían horas y horas que parecían siglos.
A la distancia parecióme reconocer las formas de un hombre que avanzaba hacia mí, cortando el follaje como la proa de un buque. Echéme de bruces en el suelo, más que por miedo por estrategia. Llegó a unos pocos pasos de donde yo estaba e hizo una conversión a la derecha, se acercó al borde de la costa y llenó de agua un recipiente. Volvió por el camino que había llegado y desapareció.
Ahora bien; sépase que no la salí al encuentro, porque ese habitante, como si hubiera estado sobre aviso, no hizo el menor ruido, y Washington, siguió almacenando nafta: de lo contrario, guay de él!
Día 21 de diciembre - Diario de Ugartemendia
El día tocaba a su término y Villa Constitución no se dejaba ver.
El B.3, animado por los bíceps de Washington, avanzaba escarceando y hacía sonar sus toleteras como flete coscojero.
En ese momento iba yo sentado en la grupa con las riendas del timón en la mano, y llevaba la brida izquierda tirante, para que el B.3, que siempre porfía ladearse a la derecha, no se saliera de la huella.
Yendo, pues, de esta manera, se nos ofreció a la vista un pequeño remolcador que seguía nuestro mismo derrotero.
Cuando, ya estaba por ponérsenos a la par Washington levantose de su asiento y extendió los brazos, colocándolos horizontalmente, hizo una o dos señas a manera de semáforo (*) y se volvió a sentar sin articular una palabra.
(*) Entiéndase que Ugartemendia no habla de semáforo de calles, sino a señales marítimas, para los semáforos actuales de calles en Argentina faltaban 40 años). |
Pero como el lenguaje fisonómico es instintivo, comprendí bien a las claras el por qué de todo eso. Tuve intención de decirle algo al respecto; pero no me animé, tenía miedo de herir su amor propio y al mismo tiempo verme descubierto.
Acoplados a ese remolcador... ¡Cuántos malos ratos nos hubiéramos evitado! ¡Y qué cómodamente hubiéramos hecho 8 o 9 millas por hora! Pero mientras no desprendamos ese mal acobijado amor propio, tendrá que sucedernos siempre lo mismo.
Mi compañero de buenas a buenas llevó ambas manos a la cabeza y con furia maltrató a los pocos pelos que le siguen siendo consecuentes. Cuando se cansó de zamarrearlos, dejándolos mal parados, me dijo:
"Eso que Ud. me vió hacer cuando pasó el remolcador, no es nada más que un simple saludo de los que se usan en la marina de alta mar. Pero estos pobres tripulantes de cabotaje y de puertos adentro son unos perfectos zanahorias, y me he convencido una vez más que no saben nada de esas cosas, como lo habrá podido comprobar Ud. al ver que no me lo han contestado".
No le hice objeción, y traté de demostrarle que estaba conforme con lo que decía, pero, dejaba para cuando escribiera mis apuntes, decir lo que yo pensaba en ese momento.
Día 21 de diciembre - Diario de De La Peña
A las 2 AM llegamos a San Nicolás en cuyo club fuimos muy bien atendidos y agasajados. Por culpa de la oscuridad, nos perdimos en las lagunas de Villa Constitución y malogramos de esta suerte cinco horas de remada. Cansados, y sobre todo abatidos por el esfuerzo inútil, Ugartemendia se acostó a proa y yo a popa, y nos dormimos a pesar del poco abrigo y del mucho frio.
Día 22 de diciembre - Diario de De La Peña
Leímos varias páginas del "Quijote". Ugartemendia se comió tranquilamente una fritada de ocho huevos. Remamos 10 horas.
Día 22 de diciembre - Diario de Ugartemendia
Ya habíamos andado bastante y era hora de tomarse un descanso.
El cielo era de un azul límpido, bruñido. Los árboles estaban quietos, serenos, con sus ramajes frondosos dando sombra. Sombra propicia para descansar y soñar.
Bajo un ceibo corpulento y esbelto atracamos.
Busqué en el Don Quijote el capítulo donde se cuenta la agradable historia del moso (*) de mulas, y salteando algunas estrofas, me puse leer en voz alta.
(*) Así aparece originalmente en el diario de Ugartemendia. |
"Siguiendo voy a una estrella, que desde lejos descubro, más bella y resplandeciente que cuantas vio Polimuro. Oh, clara y luciente estrella en cuya lumbre me apuro al punto que te encubras será de mi muerte el punto".
Washington, se puso a reír disparatadamente, abriendo la boca, de tal manera, que parecía de goma por lo elástica, y dándose grandes palmadas en el vientre, exclamó:
-¡Pobre Antonio amigo!- nunca creí que su Dulcinea lo tuviera tan trastornado...
Si he de decir la verdad: esa manifestación unida a otra que hizo, y que me dijo, que mis pláticas invariables ya le aburrían, me molestó un poco, y le alcancé el libro pidiéndole que leyera algo más interesante.
Pero, como cada loco tiene su tema, leyó y leyó por repetidas veces ese capitulo que trata del curioso discurso que hizo Don Quijote de las armas y de las letras, y que entre otras cosas dice: "y es razón averiguada que aquello que mas cuesta, se estima y debe de estimarse en más. Alcanzar a uno a ser eminente en letras, le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vagidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas adherentes, que en parte yo las tengo referidas."
Cansado ya de oír esa lecturas, lo invité a que continuáramos el viaje. No opuso resistencia y zarpamos.
El ramaje irregular de los ceibos se recortaba en la bóveda celeste, clavando su violeta de cobalto en la amarillenta decoloración del crepúsculo, crepúsculo largo y dormido de versos, prolongado en éxtasis de colores, como si la naturaleza se complaciera en sí misma.
Día 23 de diciembre - Diario de De La Peña
Después de una fuerte jornada de remo, hecha bajo un sol terrible y luchando con la correntada en contra, llegamos a Alberdi (dos leguas mas allá de Rosario) a las 8 pm. En el "Rosario Rowing Club" encontramos una acogida que no esperábamos. Toda la vida recordaremos con placer nuestra estadía en el club náutico de los rosarinos. Y mi compañero y yo queremos dejar aqui constancia de nuestro particular agradecimiento hacia los señores Alfredo J. Rouillón y Carlos H. Taylor.
Día 23 de diciembre - Diario de Ugartemendia
Después de mucho andar, siendo las 8 pm arribamos al Rosario Rowing Club.
Las autoridades del mismo, nos obsequiaron a cuerpo de rey.
Al día siguiente, como a eso de las 2 PM, una turba de chiracetes (*), invadió el club; y haciendo funcionar sus respectivas máquinas enfocadas a nuestra pobre humanidad, consiguieron la reproducción de dos intrépidos aventureros y dicho sea de paso, la de dos caballeros de corte antiguo, hermosos ejemplares de esa raza admirable que se va, y de la que nos habla Washington en su Diario.
(*) chiracetes: los reporteros que les sacaron fotos |
Día 25 de diciembre - Diario de Ugartemendia
El 25 a la tarde, después de hacerse la leva, el olaje, impetuosamente columpiaba al B3, y nuestros tímpanos eran heridos por los gritos destemplados de hurras dados por una punta de zanahorias que estacionados en el muelle admiraban nuestra bravura y singular conjunto.
Día 25 de diciembre - Diario de De la Peña
A las 6 PM, y despedidos por numerosa concurrencia, salimos de Alberdi. Encontramos muy agitado el Paraná.
Frente a los muelles de Rosario, la marejada alcanza proporciones que no se ven en ninguna otra parte del río. Allí bailó el B3, siendo admirada su pequeñez desde el muelle por muchísimas personas que saludaron con hurras entusiastas al Campana Boat Club.
Día 26 de diciembre - Diario de Ugartemendia
El cielo se cambiaba de túnicas como una cortesana coquetona, Primero se vistió de púrpura. Luego una tonalidad amarilla. Al amarillo se fue atenuando lentamente y quedó una coloración crema, acariciadora y delicada. Aquel ocaso tenía una idealidad extraña.
Comuniqué mis observaciones a Washington, y este, que iba mudo, ensimismado por toda contestación, me dijo: ¡Ay!...¿Para qué sirve la vida? Si hacemos un balance tenemos un enorme debe de placeres contra un haber aterrador de dolores?
Déjese de filosofías, le repuse-, y contemplé la hermosa decoloración de ese crepúsculo, que ahora adquiere una tonalidad más perlina y más suave. ¡Ah, cielo esplendoroso!... murmuró, -¡Cuántas tragedias se desarrollan bajo tu inmenso manto indiferente y sereno!
Mi compañero estaba en su mal cuarto de hora. Entonces me encerré en mí mismo, y al cabo de un rato, me pregunté, "¿Estará pensando en mi como yo estoy pensando en ella?"
Día 26 de diciembre - Diario de De La Peña
Mucha remada. Mucho calor, demasiado calor. Grandes ansias de llegar a casa. En San Nicolás, donde llegamos a las 10 PM, el B3 sufrió avería por haber rozado una tosca.
Día 27 de diciembre Diario de Ugartemendia
Falta absoluta de hechos y motivos.
Día 27 de Diciembre - Diario de De la Peña
Arreglada la avería en el club de San Nicolás, seguimos viaje a las 9:10 AM. Mi compañero durmió la siesta sin sentir los feroces bayonetazos de los tábanos hambrientos. Yo hice una tortilla riquísima que hubo necesidad de tirarla al agua porque ni el grumete quiso comerla. A las 2:45 PM nos metimos en un alto camalote que cubría todo el ancho del arroyo Obligado. Bajo un sol de fuego, empleamos tres y media horas de grandes esfuerzos para recorrer una distancia de 600 metros. Resolvimos seriamente no volver a meternos en excursiones tan largas y difíciles.
Día 28 de diciembre Diario de Ugartemendia
El Paraná estaba de reflujo y el B3 navegaba de bolina.
¡A descansar! me dije, y me tumbé en el bote.
Más, Washington, que en ese momento iba de Jefe de derrota (*), no me dejó en esa "panne"; pues embicó el B3 y sin mas preámbulos exclamó: "para andar como camalote que lo lleva cabresteando la corriente, más vale desembarcarnos y con unos cuantos mates entretener el estómago".
*Jefe de derrota: guiando el bote |
Comprendí que tenía razón, y opté por la afirmativa.
En el momento que desembarcábamos los petates divisamos, en una laguna no muy distante, una bandada de patos picazos que en libre consorcio revoloteaban.
Prepararnos para el ataque fue cuestión de un momento.
Washington se colocó la canana y cargó el winchester. Yo monté el suizo y me eché un puñado de balas en el bolsillo. Nos agazapamos y en el mayor silencio.
Emprendimos el avance siguiendo una dirección oblicua (táctica de Federico El Grande). Cuando estábamos a unos 10 metros de distancia, mi compañero dio la voz de fuego iniciando un violento tiroteo. Pero varios minutos después vimos con sorpresa que sin ninguna eficacia material habíamos gastado 20 tiros.
Ahora bien, en el preciso momento en que nos íbamos a ocultar entre unos juncos, con el preconcebido fin de esperar la vuelta de los patos, se nos presentan dos individuos mal entrazados; con caras lombrosianas (*) y maneras anti-diplomáticas.
(*) ''Lombrosianas'': Relativo a Cesare Lombroso o alguna de sus doctrinas. Por extensión, persona que intenta determinar la culpabilidad de otro individuo de acuerdo a su apariencia. |
Nos quedamos anonadados y un sudor frío nos corrió por el semblante.
En coro, muy sueltos de cuerpo y a manera de saludo, nos dedicaron varios calificativos muy poco amables, agregando, a renglón seguido, que ellos vivían de la caza y que no podrían permitir que nosotros, con nuestra mala puntería e infernal tiroteo, le ahuyentáramos los patos. Que si era por hambre y no por sport que pretendíamos algunos de ellos, nos podían regalar dos con el compromiso de que nos fuéramos con la música a otra parte.
Ambos nos miramos, y miramos también a derredor y una vez convencidos que nadie mas que ellos habían presenciado ese hecho, aceptamos.
Pero, ya en el B3, y con rumbo a otro paraje menos comprometedor, convenimos que si fuésemos chusmas como eran esos, otro gallo hubiera cantado.
Día 28 de diciembre - Diario de De La Peña
Después de remolcar el bote en los bancos que cierran la embocadura sur del Obligado, llegamos al puerto de este nombre a las 9 AM. Allí resolvimos emplear en la compra de tabaco los treinta centavos que nos quedaban. Si el grumete hubiese podido emitir su voto, habría votado porque se comprase carne... A las 10 AM seguimos viaje. Al pasar por San Pedro le echamos una maldición a su laguna. Pasamos por Baradero como ratas perseguidas. Teníamos la obsesión de ver Campana...
Día 29 de diciembre - Diario de De La Peña
Después de dieciséis horas de continuo remar, el B3 atracó al desembarcadero del Campana Boat Club, y nosotros abandonamos el corazón a la emoción de la victoria.
Washington de la Peña Campana, Enero de 1917.
Día 29 de diciembre - Diario de Ugartemendia
De un común acuerdo resolvimos no volver a meternos en excursiones de esta naturaleza, y dejar para otros imbéciles esa clase de placeres y satisfacciones.
Desembarcamos en el Boat Club en medio de un corrillo de socios, donde muchos de ellos, como comadres de barrio, con esa sonrisas de deficiente cortesía y que suena a hueco, pretendían poner miel donde antes habían puesto acíbar.
Satisfecho nuestro amor propio; abandonamos el corazón a la emoción de la victoria.
Antonio, Enero 1917.
Nota: ¿No sucedió así? Mi egoísmo me dice que no le he errado por mucho.
Agradecimientos: Archivo Municipal Jorge P. Fumiere, Srta Yanina Mussi, Profesor Pablo Modarelli. |
Por Joel Vallomy - 02/06/2024
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