La pasión como fuente de solidaridad
La Caravana Solidaria, que inicialmente fue organizada por el Kawaclub, se prepara para una nueva entrega de juguetes al Hospital Garrahan y otros hospitales de la zona con motivo del Día del Niño. Enterate cómo participar y colaborar con esta noble movida, a través de las palabras de Fernando Rivera, gestor y organizador del foro de seguidores de motos Kawasaki. Por Anto Coronel.
Cada año las calles de Capital Federal son transitadas por aproximadamente 3000 motocicletas que acercan más de 5000 juguetes a los niños tanto del Garrahan como otros hospitales que visitan con el mismo motivo.
La Caravana Solidaria del Kawaclub este año visitará el Hospital Garrahan por decimocuarta vez. La visita anual con motivo del Día del Niño tendrá lugar el sábado 17 de agosto de este año. Las motos están convocadas a reunirse desde las 8:30 hasta las 10:00 frente al Campo Argentino de Polo, para luego emprender camino hacia el Garrahan.
A pesar de ser inicialmente organizado por el Kawaclub, este evento no es exclusivo de las motos Kawasaki: cualquier motociclista puede ser parte. Los únicos requisitos, más que importantes, son tener el seguro al día, llevar casco y tener muchas ganas de ayudar y de regalarle a los chicos un lindo momento. El 31 de agosto se reunirán nuevamente en otra Caravana hacia el Hospital Sor María Ludovica.
El Kawaclub nació hace 14 años de la mano de Fernando Rivera, gestor y organizador del foro de seguidores de las motos Kawasaki. En 2006, dos años después su creación, tiene la idea de “tapizar” de motos la Ciudad de Buenos Aires con un fin benéfico y solidario.
Algunos niños logran salir y conocer a los motociclistas, subirse a las motos y recibir los juguetes en mano. Año a año, las caravanas fueron creciendo y mejorando. Gracias a la idea de Fernando muchas nuevas caravanas solidarias fueron surgiendo en los distintos clubes de motociclistas demostrando que los moteros no son como se los juzga.
Fernando además organiza, junto a sus compañeros, el grupo “Motos por sonrisas” que una vez por mes visita comedores, jardines y escuelas, para hacer sentir mejor a los niños que se sienten olvidados. “Let the good time roll” (deja rodar los buenos tiempos) es el slogan de Kawasaki, y es lo que Fernando deja en claro que quiere dejarle a los chicos cuando habla de su experiencia con las Caravanas Solidarias: buenos momentos de los cuales aferrarse.
¿Cómo surge el movimiento de las caravanas solidarias?
Arrancó cuando yo iba a los encuentros de motos donde el evento central del encuentro es una caravana por el pueblo en el cual se hace el motoencuentro. En ese entonces, yo vivía en Capital, y no había ningún evento ni encuentro de motos. Una vez en una foto de un moto-encuentro de Estados Unidos vi una avenida tapizada de motos y yo dije “que lindo que por Buenos Aires pudiéramos ver algo de eso”. Otro día chateando con un motociclista escocés me cuenta que ellos hacen una caravana de motos al hospital de niños de Glasgow y fue una buena excusa para hacer una caravana. A partir de ahí empecé con la obsesión, empecé a organizar y a hincharle a mis amigos para empezar a organizarlas. La primera fue en 2006 con unas 100 motos aproximadamente.
¿Cuál es el fin de las caravanas más allá de la entrega de juguetes a los chicos? ¿Es algo personal o hay algo más que los mueve?
Cuando empezamos la idea central era reunir las motos y la excusa era juntar los juguetes. Al hacerlo nos encontramos con la sonrisa de los chicos dicen que “andando el carro se acomodan los melones”, ahí la idea cambió radicalmente y nos dimos cuenta de nuestro impacto en los chicos. A esto se sumó un escrito, de un muchacho que se sumaba, sobre una experiencia personal muy triste de lo que era visto desde adentro y lo que impacta realmente en los chicos, que nosotros veíamos solo una parte. Entonces a partir de ahí nos dimos cuenta del efecto real que tenía esto y pasaron a ser, obviamente, tema central los chicos y la felicidad que nos daba a nosotros ver a esos chicos contentos. En el Hospital de La Plata entrabamos a repartir juguetes, veíamos la reacción de los chicos que la estaban pasando muy pero muy mal y lograr tener una sonrisa fue tremendo para nosotros. Por eso digo cuando terminamos que somos unos egoístas altruistas, si lo hacemos es la felicidad que nos devuelve hacer esto y realmente es profundo. Todo al que se le cruza la solidaridad por el medio después termina no pudiendo largarla fácilmente porque realmente es una felicidad que no se encuentra con nada material ni habitualmente en otras cuestiones.
Además de esa felicidad que les llega de los niños, ¿qué más te deja este tipo de movimiento?
Los motociclistas vemos la vida desde otro punto de vista. Tenemos un poquito más de conciencia de nuestra perentoriedad y de esta manera estamos conscientes de que tenemos que disfrutar la vida porque hoy estamos y mañana tal vez no estemos. Cuando vamos a los hospitales y vemos a los chicos en esas condiciones yo creo que se refuerza un poco más eso y mucha gente que tal vez no era tan consciente termina cayendo. Otra cosa que me deja, es la satisfacción de que mucha gente ha entrado a este camino de pensar un poquito en otros a través de esta caravana. Hay otras caravanas que se han empezado a hacer a raíz de esta y que haya gente que me agradezca, por haber entrado a este movimiento por la idea que tuve y por lo que pude hacer, me llena de satisfacción. Lo que trato es de no marearme ni pensar que soy una cosa que no corresponde porque estaría errando el camino, pero la verdad es que cuando termina la caravana digo “bueno no la pude ver, la tuve que hacer” y empiezo a disfrutarla con los relatos y de ese brillo en los ojos que veo en la gente que realmente fue feliz y la pasó bien, en ese sentido me vuelve y con creces lo que yo invertí en mi tiempo.
Mencionás relatos de quienes participan en la caravana, ¿tenés alguno que los haya marcado de manera distinta que los demás?
Una vez habíamos conocido a un chiquito en una caravana, hace unos siete u ocho años atrás, que se veía que estaba complicado pero no sabés lo que era su sonrisa, nos marcó. La familia se contactó y lo fuimos a ver después. Al chico le tuvieron que amputar una de las piernitas porque estaba muy mal. Le llevamos juguetes, lo visitamos con las motos, hicimos toda una movida porque nos conmovió la forma valiente en que afrontaba su enfermedad. Al año siguiente antes de la caravana tuvimos que elegir la foto con la que hacemos el afiche así que llamé, hablé con la familia pidiendo permiso para usar la foto de él y lamentablemente había fallecido cuatro meses atrás. Yo por tres días parecía un alma en pena, no tenía ganas de hacer nada, me dio una tristeza enorme. Después entendí que no está en nosotros poder curarlos o ayudarlos más de lo que hacemos, y que hacer esto es mucho mejor que no hacer nada. Elijo ver la parte positiva y ver que muchos chiquitos aunque no lleguen a destino, a poder cumplir su futuro y demás, por lo menos pudimos acompañarlos en una partecita del camino y darles algunos recuerdos, algunos momentos de felicidad de los cuales aferrarse. En eso es lo que creemos y por eso estamos haciendo esto.
Anteriormente mencionaste el tema de seguridad, que hoy estamos y mañana no, un tema de responsabilidad del motociclista, y me llevó a relacionarlo con la imagen que la sociedad tiene de los motociclistas, la cual en parte los tiene mal vistos, ¿esto les impidió lograr el fin que ustedes tienen con la caravana?
No, para nada. Es más, uno de los efectos colaterales, que viene bien que ocurra, es tratar cambiar un poco esa mala imagen que tiene la sociedad de los motociclistas. Nosotros cuando vamos con las motos circulando por la Ciudad de Buenos Aires, adelante llevamos las camionetas y un camión con una inscripción en los laterales que dice “estamos llevando juguetes a los hospitales de niños”, como para que quede claro que lo que estamos haciendo no es una protesta, ni una marcha recreativa, es para que la gente que no conoce vea lo que estamos haciendo. La mayor parte de los grupos de motos tiene alguna acción solidaria en algún momento, pero el motociclista intrínsecamente por la actividad y por su condición de estar en un medio hostil, tiene el instinto de la solidaridad un poco más desarrollado. Yo hago la comparación de esto con los navegantes: un navegante que se entera de otro que está en problemas larga lo que está haciendo y va a socorrerlo, porque también espera que cuando él tenga un problema hagan lo mismo. En ese sentido, los motociclistas tenemos ese mismo código. Este es un valor que estaría bueno que la sociedad vea que el motociclista tiene. En cuanto impedimento, bajo ningún punto de vista. Cuando llegamos al Garrahan aquella vez en principios de 2006 nos abrieron las puertas de par en par, confiaron en nosotros, la Municipalidad siempre nos ha dado la venia, la policía siempre nos ha venido a asistir, en ese sentido en ningún momento hemos tenido algún problema. En general, la gente ve con buenos ojos esto que hacemos.
Mencionaste la ayuda policial y municipal, ¿reciben ayuda o sponsors de marcas o empresas relacionadas con el motociclismo?
Las empresas se fueron arrimando de a poco, con mucho trabajo de difusión y a medida que iba ganando lugar y volumen la caravana era más sencillo. La fábrica Corven Motos, quien actualmente tomó la representación de Kawasaki, mantiene la tradición anterior de colaborar con las caravanas y este año nos donó una moto para que podamos armar una rifa y con eso poder comprar más juguetes. Nosotros también hacemos eventos previos como club. Hacemos un spaghetti party un mes antes, organizamos rifas y con eso compramos juguetes para que en caso que la caravana no se pueda hacer nosotros tengamos juguetes igual. Y con las empresas que se prenden en la ayuda, hacemos que se coordine una compra con un fabricante, que hace muchos años es Duravit, donde cada peso que compramos ahí nos rinde un montón. En los últimos años compramos entre 5000 juguetes más los juguetes que trae la gente el día de la caravana, que año a año vamos mejorando y vamos explicando lo que deben o no comprar. Tienen que ser juguetes nuevos, no tienen que ser bélicos ni peluches. Por razones de salubridad los peluches y yo le agrego sin pilas para que no sea una frustración para cuando no le compren las pilas y que no sean juguetes que se vayan a romper en diez minutos.
La caravana más difundida es la que hacen hacia el Garrahan, luego se dividen grupos hacia otros hospitales, pero ¿por qué el Hospital Garrahan?
El Hospital emblemático de la Argentina es el Garrahan y como en un principio esto era para convocar, obviamente se pensó en el Hospital más convocante. En la caravana no dejamos todos los juguetes ahí, dejamos una parte proporcional a la cantidad de camas que tiene. Dividimos lo recaudado en seis partes: el Garrahan, el Gutiérrez, el Elizalde, el Sor María Ludovica de La Plata, al que vamos un sábado distinto, al Hospital de Niños de San Justo y Al Tovar García, que es un neuropsiquiátrico infantil. Aparte vamos a un montón de otros lugares donde piden para mandar a Chaco y Formosa y a las Caravanas de Papá Noel o de Reyes Magos que organizan otros clubes. En todos estos casos aportamos juguetes que reservamos porque sabemos que vamos a tener esta demanda. Varios de los voluntarios a los que ayudamos se reparten los juguetes para los chicos que están y después se guardan porque de acá a fin de año un chiquito que tiene un cumpleaños y está internado o que sale de una operación y está un momento anímico complicado, las voluntarias tienen a mano un juguete para levantarles el ánimo. En esto se resume nuestra función, es ayudar a los voluntarios porque, si bien nos agradecen la ayuda, nosotros nos tenemos que sentir honrados de poder ayudar a gente que está todo el año donando lo más valioso que hay que es el tiempo de uno por el bienestar de los demás.
Mediante los años pasan, ¿ves algún cambio positivo en los lugares que visitan, tanto edilicios como de insumos o hacia los chicos?
Sí, aunque nosotros vamos más a la parte externa, pero ha habido algunos hospitales que se han modernizado un poco, pero muchas veces no entramos a todos. En cuanto a la parte edilicia hay algunos que han mejorado, el de La Plata está muy moderno, el de San Justo lo han modificado también, hay lugares que están mejorando.
¿Vos crees que los hospitales reciben las donaciones por necesidad, por ausencia del Estado o por aceptación de la solidaridad que nace de las personas?
Nosotros solo nos ocupamos por juguetes, en ningún caso nos han pedido pañales u otras cosas que en general se ocupa el Estado. El Estado no se ocupa normalmente de comprar juguetes, eso es un adicional o un accesorio. En los hospitales no hemos visto grandes problemas. Tampoco es que nos interiorizamos tanto en lo de adentro. Los voluntarios nos piden solo los juguetes. Nosotros nos especializamos en conseguir y administrar el tema de juguetes, no llevamos ropa, pañales o artículos de limpieza. Obviamente es un acto de apoyo a los chiquitos y la parte emocional de ver que alguien que está afuera se ocupa de ellos.
Volviendo a los juguetes, ustedes se encargan de no llevar peluches por un tema de higiene pero también excluyen en la convocatoria todo tipo de juguete bélico, ¿cuál es la razón de ustedes o del hospital para evitar este tipo de juguetes? ¿Qué juguete es considerado “bélico”?
Eso es un tema más que nada de los hospitales. Yo no tengo historia, es más cuando yo era chico jugaba con juguetes bélicos y soy una persona absolutamente pacífica. Entiendo que los médicos, enfermeras y demás entiendan que jugar con juguetes bélicos puede ser incitar a la violencia. Nos piden que no sean réplicas de armas, ametralladoras o cosas por el estilo que los exciten y pongan violentos dentro del hospital. Nosotros lo que hacemos es separar los juguetes bélicos, los peluches y los juguetes usados y los destinamos a comedores, los redireccionamos a lugares que no tienen esas limitaciones.
Para terminar, ¿qué es lo que vos crees que lo que ustedes hacen les modifica o dejan a los chicos que visitan?
Posiblemente es lo más importante lo que le dejamos nosotros a ellos. Por un lado lo más obvio, un juguetito, pero eso es un mensaje, es la presencia de alguien, a veces nosotros y a veces las voluntarias, que sin conocerlos les están dando algo para que ellos tengan para poder soportar esos malos momentos, alguien que no los conocen que piensa en ellos. Nuestro caso cuando podemos verlos y conocerlos es darles ese mensaje de cariño, de esperanza y eso es un montón, parece una pavada pero no lo es. Es una forma distinta pero más o menos lo mismo de lo que hacía Patch Adams. Ellos ven a través de algo material o no, porque cuando vamos con “Motos por sonrisas” solamente vamos y no llevamos nada pero es ese estar, acompañar y darles un ratito de nuestro tiempo y eso creo que es un mensaje muy fuerte y muy poderoso de esperanza y de cariño que evidentemente impacta muy positivamente.
Por Anto Coronel.
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