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Foto del escritorCódigo Plural

Los abusos y el porqué del Ya no nos callamos más.



Atravesamos un proceso de deconstrucción, el feminismo tomó fuerza y está rompiendo con todas las construcciones culturales que oprimían a la mujer. El abuso era considerado algo íntimo, que condenaba a la vergüenza y la humillación a las víctimas, era mejor callar a que esa situación se haga pública. Afortunadamente este es uno de los paradigmas que el empoderamiento femenino destruyó, Ya no nos callamos más es mucho más que un eslogan, es un grito de aviso a una sociedad que elegía mirar para el costado.


Las redes sociales fueron un arma apropiada para ajusticiar a las víctimas frente a un poder judicial que a menos que estés muerta, en algunos casos, no actúa. Los focos de denuncia atravesaron diferentes ámbitos, parece que solo basta que una se anime a hablar para que muchas más sepan que no están solas y empiecen a caer las denuncias. El mundo del rock y del deporte fueron de lo más cuestionados, lejos de buscar una solución punitivista el feminismo impulsa a que todos comiencen a desandar la educacion patriarcal que tenemos para devenir en una sociedad más igualitaria.


Antes de hacer foco en las denuncias, es correcto mencionar algunas cuestiones que tienden a confundirse. Cuando hablamos de abuso no necesariamente nos cernimos a los de un hombre sobre una mujer,aunque estadísticamente sean quienes más lo padecen, porque como se ve en muchos casos en el ámbito deportivo muchos varones también abusan de varones, el heteropatriarcado somete a todos por igual. También se cree que en las denuncias virtuales hay un cierto grado de falsedad y por eso se las desestima, en realidad solo un 5% del total se cree que serían las denuncias falsas pero ante una denuncia muchas veces antes de deslegitimar la habría que repensar qué a quién le gustaría ponerse en lugar de víctima cuando, aún hoy, es sometida a todo tipo de acusaciones y preguntas que la interpelan en lugar de hacerlo con el denunciado.


Zanjada estas aclaraciones podemos centrarnos en el cambio cultural que estamos atravesando, esto hace que cosas que antes eran toleradas o minimizadas ya no lo sean más. Esto también nos lleva a repensar situaciones que vivimos como víctimas o victimarios y no nos dimos cuenta, eso es el proceso de deconstrucción que propone el feminismo. Algo tan básico como entender que no es no o que no poder consentir no es sinónimo de si, está provocando un quiebre social. El “escrache” es el arma frente a violentos, abusadores o acosadores, más que como un ajusticiamiento vengativo es un aviso a otras, una advertencia sobre esa persona para que nadie más se vea sometida a un momento así.


“A las minitas les encantan los payasos y la pasta de campeon” canta el Indio Solari, quizás la afirmación ya le quedó atrasada y ahora los privilegios se están terminando. Los rockeros siempre tuvieron una relación de poder con sus fans por eso este fue uno de los primeros lugares que explotaron con las denuncias. Los plomos o managers que buscaban fanáticas para invitarlas luego de los shows a conocer los músicos son solo un ejemplo de situaciones en la que los artistas abusaban de la situación idolo-fan. El blog Ya no nos callamos más y la agrupación Siempre con las pibas son solo dos frentes que acompañan a quienes quieran contar su historia, hacer la denuncia pública y luego se encarga de publicarlas en las redes sociales para viralizarlas. Salta la Banca, El Bordo, Juanse, El Otro Yo y muchas bandas y músicos más fueron expuestos en el mundo virtual.


El mundo del deporte vivió una situación parecida, todo comenzó con la investigación de una red de pedofilia en las inferiores del club Independiente donde los chicos de la pensión era llevados para ser sometidos por otros hombres a situaciones de abusos. La relación de poder nuevamente muestra la forma de actuar de los hijos del sistema heteropatriarcal, en este caso de hombres poderosos o con dinero sobre los pibes que venían del interior y estaban solos en Capital. Esto disparó una investigación en River por situaciones de abuso, en este caso de una trabajadora sexual que llevaban para que atendiera a los chicos. Nuevamente algo que tiende a ser naturalizado por el sistema, como hacer “debutar” a los chicos esconde una situación de violencia, una realidad tan básica como que los menores no pueden consentir relaciones sexuales. Esto disparó denuncias de abuso por parte de un entrenador del equipo olímpico de gimnasia y de una jugadora de voley de River por parte de un médico.



Si bien no todos los hechos son recientes ocurrieron en el último tiempo, el cambio en la conciencia social hace que muchas mujeres u hombres que sufrieron abusos hace varios años sientan que existe hoy la contención para que puedan hablar. Como ejemplo de la evolución de gran parte de nuestra sociedad está un fragmento de una entrevista del 2000 de Guido Kaczka con Romina Yan, en la charla Romina relata una situación donde se sintió “incómoda” en una escena de besos con el actor Gabriel Corrado porque se le iba la mano. Frente a eso la actriz cuenta que se lo advirtió varias veces y ante la reincidencia de su compañero lo frenó de una forma más brusca, Kaczka ante lo que decía la entrevistada concluyó que ella era una exagera y que bien por Corrado que había besado con pasión a la joven actriz. Lejos de crucificar a Kaczka por su accionar hace 18 años es necesario entender que la cultura del abuso no era ajena a nosotros y que recién ahora estamos rompiendo esos paradigmas.



No es que se puso de moda denunciar, a nadie le gusta exponer su vida íntima para que todos puedan hablar y opinar. No. Lo que está pasando es que mirar para otro lado ya no es opción, la sociedad se está transformando y es hora de que cada uno de nosotros nos interpelamos como personas que la conformamos. Nadie está exento de ser víctima o victimario, el escrache o la denuncia pública son armas ante una justicia deficiente. La deconstrucción social que impulsa el feminismo se encuentra lejos de la lógica punitivista, al contrario, lo que se busca es que nos eduquemos para convivir en un mundo donde el orden binario de nuestro sexo no defina la cantidad de derechos que tenemos.

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