Pablo Scatizza: ''Se está dando la constitución progresiva de un estado de excepción'' #NuncaMás
A 43 años del golpe institucional que dio inicio al capítulo más oscuro y sangriento de nuestra historia como país, y con el objetivo de aportar a la construcción y reconstrucción de la Memoria, Código Plural contactó a distintas personas que, por distintas razones, son portadoras de voces que merecen ser oídas, en especial en esta fecha tan sensible. Una de ellas es Pablo Scatizza, Doctor en Historia, docente e investigador de la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén) y, como él mismo suele decir, ''periodista en desuso''. Es, además, autor de ''Un Comahue Violento'', un libro que ofrece un estudio minucioso del accionar represivo de la última dictadura militar en la Norpatagonia.
Se cumplen hoy 43 años del golpe de Estado que dio inicio al Proceso de Reorganización Nacional, el capítulo más oscuro y sangriento de nuestra historia como país. Una junta militar integrada por los comandantes de las tres Fuerzas Armadas Argentinas, con participación clave y necesaria de sectores empresarios y civiles, tomó el poder por la fuerza como parte del famoso Plan Condor, que buscó instalar en la región regímenes neoliberales.
Tras el retorno de la democracia en 1983, y con un dramático saldo de 30.000 desaparecidos, y la devastación económica y productiva del país, Argentina lucha para que el grito de #NuncaMás sea ensordecedor. Para que la Memoria, la Verdad y la Justicia prevalezcan. Porque, por más esfuerzos que hagan por ocultar o tergiversar la historia los grupos de poder, los medios masivos, y los grandes sectores empresarios que aun no han pagado por sus crímenes, fue un genocidio. Porque fueron 30000.
Con el objetivo de aportar a la construcción y reconstrucción de la Memoria, Código Plural contactó a distintas personas que, por distintas razones, son portadoras de voces que merecen ser oídas, en especial en esta fecha tan sensible.
Una de ellas es Pablo Scatizza, Doctor en Historia, docente e investigador de la Universidad Nacional del Comahue (Neuquén) y, como él mismo suele decir, ''periodista en desuso''. Es, además, autor de ''Un Comahue Violento'', un libro que ofrece un estudio minucioso del accionar represivo de la última dictadura militar en la Norpatagonia. Leé nuestra entrevista a continuación:
Explicando la columna vertebral de tu libro ''Un Comahue Violento'', decís que suele creerse y decirse que en la zona de la norpatagonia ''no pasó nada'' o ''no pasó demasiado'', y que eso no es cierto. ¿Qué pasó? ¿Qué cifras, datos duros, tenés de lo ocurrido en la norpatagonia? ¿Cuáles fueron las diferencias más notables, más tangibles, del desarrollo del golpe y de la dictadura entre la zona del Comahue y los grandes centros urbanos del país, cuya historia es más conocida?
Durante mucho tiempo se creyó que en esta región (la Patagonia Norte, básicamente Neuquén y Río Negro) la represión dictatorial no había sido tan intensa o tan fuerte o tan violenta como en los grandes centros urbanos. Una caracterización que muy probablemente se haya repetido en otras zonas del territorio nacional alejadas de las grandes ciudades. Tal es así que me pareció sugerente comenzar el libro con esa anécdota, absolutamente real, del estudiante de primer año de la carrera de Historia, que en clase confesó creer que “aquí no había pasado nada”, que “no sabía que había habido dictadura en Neuquén”.
Y ello no fue así. No sólo “hubo dictadura”, sino que la investigación histórica puso en evidencia que la dinámica con la que se implementó el plan sistemático de represión en la región tuvo las mismas características que en ciudades como Buenos Aires, Córdoba, La Plata o Rosario, por mencionar sólo algunas. Aquí también se infiltró a la Universidad en busca de “subversivos”, así como las oficinas laborales y los sindicatos; también se secuestró a hombres y mujeres, en su mayoría menores de 25 años, estudiantes, trabajadores/as y, especialmente, militantes de organizaciones políticas; también se los/as torturó de manera sistemática, incluso hasta la muerte; y también se desapareció gente. También se crearon centros clandestinos de detención y tortura, donde sistemáticamente fueron llevados/as para ser retenidos, interrogados y torturados.
Aquí también, como en el resto del país, se dividió la región en “zonas de seguridad” tal cual lo estipulaba la Doctrina de Guerra Revolucionaria creada por los franceses, sobre la cual organizar el despliegue represivo (esta fue precisamente la “Subzona 52”); se constituyó una Comunidad Informativa donde representantes de las distintas fuerzas policiales y de seguridad producían y organizaban la información producto de sus tareas de inteligencia; y se realizaron operativos para aniquilar grupos específicos de “subversivos”, además de la persecución permanente a todo tipo de oposición política.
Sin dudas que en términos cuantitativos, si tuviéramos que comparar con las grandes ciudades podría parecer que la represión “no fue tan intensa”, pero eso sería engañoso: en una región amplia y dispersa de alrededor de 100.000 habitantes en total para aquella época, hay registradas en la Justicia Federal más de 120 casos de personas secuestradas durante la dictadura; todas ellas trasladas y alojadas en diferentes centros clandestinos de detención, de las cuales más de 30 permanecen desaparecidas.
Pero no basta quedarse con los datos duros, porque a la sombras de las escalas se suele perder de vista el impacto de un proceso; su dinámica y sus elementos cualitativos. Sería muy largo explicarlo aquí, pero al momento de atender a la manera en que se articularon las distintas fuerzas represivas para el despliegue del terror sobre la población, así como a las tensiones hacia el interior de estas agencias y sus diferentes grados de autonomía al momento de actuar -aún haciéndolo como parte de un plan sistemático pergeñado desde las altas esferas de las FF.AA.-, quedan en evidencia tanto las similitudes que hubo entre espacios regionales distantes entre sí (como Buenos Aires y Neuquén, por ejemplo), así como una gran cantidad de matices que no hacen más que complejizar (y de alguna manera “completar”) las explicaciones que ya se creían acabadas sobre un proceso tan complejo como este.
¿Por qué se ha propagado tanto esa idea de que los mapuches son ''terroristas y chilenos''?
En mi opinión, tiene que ver con la construcción discursiva de un enemigo a combatir, a eliminar. Una estrategia que busca deshumanizar a un “otro” quitándole todo atisbo de humanidad, como decía Sartre, para justificar su aniquilación.
Algo que no es novedoso, además. Ya lo hicieron aquel sector de la oligarquía argentina en la segunda mitad del sigo XIX bajo el reato de la civilización o barbarie, para justificar su avance sobre los territorios de los pueblos originarios y justificar su exterminio genocida, elaborando la figura del Mapuche chileno, violento, salvaje e invasor que había que eliminar. Algo totalmente alejado de la realidad, entre muchos otros elementos, por el solo hecho de que en esta región los Mapuche habitaban ambos lados de la Cordillera (el Wallmapu, tal como se lo conoce en mapuzungdun, el idioma mapuche), más de diez mil años antes de que llegaran los criollos. La cordillera no dividía dos naciones como hoy lo hace con Chile y Argentina, sino que unía. Era un espacio de intercambios, luchas, tensiones, acuerdos, etc., entre decenas de pueblos y comunidades, quienes en algunos casos más que otros compartían lenguajes, costumbres y otros aspectos culturales.
Hoy este odio xenófobo y racista último vuelve a retomarse, y es así que vemos a voceros del gobierno, dirigentes, periodistas y sus medios acólitos (intelectuales orgánicos, en términos de Gramsci) blandiendo la espada nacionalista frente a un mapuche extranjero sin ningún derecho más que el de acallar y huir frente al avance de empresarios y del propio Estado.
Hay que destacar que esto no es un invento de un par de descocados, sino que es un relato sustentado en discursos históricos instalados hegemónicamente, producidos dentro de la academia y con el rótulo de “científicos”. Uno de sus bastiones, Rodolfo Casamiquela, fue uno de los principales eruditos en demonizar a los Mapuche, y justamente en sus escritos se apoyan muchos (o todos) quienes hoy los estigmatizan y alientan a que se los reprima.
Y la tarea de contrarrestar estos saberes y memorias no es fácil. Y tiene cierto paralelismo con lo que el gobierno ha intentado respecto a los DDHH en general, y la memoria de la dictadura en particular. Subestimar la cifra de los 30.000, negarla, así como reflotar la teoría de los dos demonios y poner en el mismo plano a la violencia guerrillera con el terrorismo de Estado es parte de una política que busca en todos los planos acallar las voces disidentes, opositoras, subversivas (qué hermosa palabra) frente a un orden establecido cuyo sostenimiento favorece sólo a una elite capitalista, alternativamente a una clase media, y jamás a las clases bajas y trabajadoras.
Hoy, los Mapuche están en el ojo de la tormenta porque justamente han pasado, desde hace unos años, a reclamar por sus tierras que aún le siguen quitando, a pelear con justicia por ellas. Perjudicando el avance del capital y la renta financiera. Y por eso los quieren eliminar, en sentido figurativo y real.
¿Qué ''elementos de continuidad'' hay en el gobierno nacional de Mauricio Macri?
Un poco lo explico en ese artículo. Así como la construcción discursiva del enemigo a exterminar, en los últimos años se han multiplicado una serie de normas represivas, así como el accionar de las fuerzas de seguridad. Es lo que me interesa ver en términos de constitución progresiva de un estado de excepción, donde la excepción comienza a ser la regla y se van perdiendo gradualmente derechos civiles. Algo que no comenzó con el gobierno de Macri, dado que es estructural a un modelo de Estado capitalista como en el que vivimos. El Proyecto X de espionaje, la Ley Antiterrorista de 2007 y su modificación en 2011, Sergio Berni al frente del Ministerio de Seguridad y su jactancia de haber reprimido 2500 piquetes durante su gestión forman parte de esta constitución progresiva del estado de excepción al que me refiero. Que obviamente durante este gobierno se incrementó de manera sideral, y se fue consolidando con un enemigo a combatir cada vez más definido, y un accionar represivo cada vez más cruento.
Pablo Scatizza
Doctor en Historia
Docente e investigador de la Universidad Nacional del Comahue
Periodista
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